Sigue la polémica de la elección judicial, con más del 87 por ciento de los votantes negándose a votar, aún así se han encontrado casillas en las que votó más del 100 por ciento… algo imposible.

Ante el claro abstencionismo y prácticamente imposible que hubiera casillas con el 100 por ciento delos vototantes correspondientes, no obstante, aún así se reportaron casos en donde incluso hubo más votos de los que se podían tener en cada casilla.

🗳️📌 CASILLAS CON 119% DE VOTACIÓN EN LA ELECCIÓN JUDICIAL… ¿CÓMO LE HICIERON?

Aunque la elección judicial tuvo una participación bajísima (solo votó el 12.9% del padrón) hay lugares donde se pasaron… pero de más.

Se detectaron 256 casillas con participación atípica,… pic.twitter.com/60qNdqE0TJ

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— Juan Ortiz 🗳️👁‍🗨 (@Juan_OrtizMX) June 6, 2025

Se trata de las llamadas casillas zapato, en una elección normal se caracterizan por ser aquellas en las que un partido obtiene el 100 por ciento de los votos.

Lo anterior se relaciona con pácticas de manipulación de las casillas, coacción y simulación del voto.

Para el caso de la elección judicial y tomando en cuenta el abstencionismo de más del 87 por ciento, significa que rellenaron las casillas con boletas marcadas exactamente para los mismos candidatos.

Por si fuera poco, analizando los datos de esas casillas, casualmente coinciden con los acordeones que Morena repartió y con quienes finalmente resultaron ganadores.

Un ejemplo llamativo ocurrió en Ciudad Altamirano, Guerrero, una zona afectada por pobreza, inseguridad y migración. Aquí está la casilla con la “participación” más alta en la elección judicial: 119%.

En la casilla básica de la sección 444, con una lista nominal de 233 personas, se registraron 278 votos válidos.

En Yucatán, uno de los ingredientes más queridos de su gastronomía vive su peor crisis en décadas. Se trata del queso de bola, también conocido como queso Edam, cuya escasez y encarecimiento está amenazando la existencia de platillos tan emblemáticos como las marquesitas y el queso relleno.

De acuerdo con un reportaje conjunto del Diario de Yucatán y Yucatán Magazine, la situación comenzó a agudizarse a principios de 2025. Comerciantes de mercados tradicionales como Lucas de Gálvez, Chetumalito y García Rejón reportaron aumentos drásticos en el precio del producto y retrasos en el suministro.

“En enero, una pelota entera costaba 350 pesos”, explicó Alicia Guadalupe, vendedora del mercado Lucas de Gálvez. “Hoy cuesta al menos 700 pesos, y en algunos casos ¡hasta 800!”. Y no es todo: usuarios en redes sociales denuncian precios de hasta mil 800 pesos por pieza, volviendo al queso un artículo de lujo.

El problema, aseguran los distribuidores, está relacionado con los aranceles comerciales impuestos por Estados Unidos, que han complicado la importación del queso desde su país de origen: los Países Bajos. El producto, que tradicionalmente llega a México a través del país vecino, ahora enfrenta barreras aduanales impuestas bajo el gobierno de Donald Trump, lo cual ha encarecido toda la cadena de suministro.

“Debido a los aranceles, está tardando mucho en llegar porque no quieren pagar. El producto existe, pero Baroudi —empresa que ha importado queso a Yucatán desde 1982— tiene que pagar a Estados Unidos para traerlo”, comentó Alicia.

Este fenómeno no solo afecta al consumidor final, sino que ha golpeado a pequeños negocios, marquesiteros ambulantes y restaurantes, quienes se han visto obligados a elevar los precios de sus platillos o incluso retirar temporalmente productos como el queso relleno.

De acuerdo con la revista Directo al Paladar, el alza representa más del 100% en cinco meses, y no se prevé que los precios regresen a sus niveles originales, aun si se estabiliza la cadena de suministro.

En redes sociales, la indignación ha sido masiva. “Está a precio de oro”, “¿Cómo van a vender marquesitas sin queso?”, “Es una tragedia gastronómica”, son solo algunos de los comentarios que reflejan el sentir colectivo.

Pero la crisis va más allá de lo económico: toca las raíces de la identidad cultural de la región. El queso de bola llegó a México en el Porfiriato y fue adoptado por Yucatán como parte central de su gastronomía. Las marquesitas, por ejemplo, nacieron cuando un vendedor de helados experimentó con barquillas y queso rallado durante la temporada baja. Su éxito fue inmediato.

Otro platillo que depende del queso es el queso relleno, una pieza ahuecada y rellenada con carne de cerdo, bañado en salsas blanca y roja, que representa uno de los sabores más complejos y tradicionales del estado.

Históricamente, el queso entró a México por el puerto de Chetumal, consolidando su presencia en el sureste durante décadas. Entre 1950 y 1980, era habitual que turistas lo adquirieran como recuerdo regional. Con la apertura comercial, su distribución se expandió, pero su arraigo en Yucatán se mantuvo intacto.

Hoy, esa tradición está en peligro.

Algunos comerciantes mantienen la esperanza de que el suministro se normalice para finales de junio, pero la mayoría coincide en que el precio difícilmente bajará, incluso si el producto vuelve a llegar en cantidades normales.

Mientras tanto, los negocios locales buscan soluciones: sustituir el queso, reducir las porciones o asumir las pérdidas. Pero nada sustituye el sabor, ni la historia que guarda una marquesita bien hecha.

¿Podrán sobrevivir las marquesitas sin queso de bola? La respuesta podría definir el futuro de uno de los antojitos más amados del país

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